El mundo de los entrenadores personales ha sido siempre un mundo principalmente masculino, sobre todo, en España. Aquí en España la figura propia del entrenador personal existe desde siempre, aunque al principio estaba poco valorada, debido a que somos una sociedad que piensa que puede hacer las cosas por “sí misma”, a menudo equivocándose. La regla debería ser, si estoy mal voy al médico y si quiero hacer ejercicio acudo al entrenador personal.
Antes de empezar a desempeñar este trabajo, enseguida me di cuenta que en el extrajero, tanto en la sala de pesas como bajo la figura del entrenador personal, estaba “lleno” de mujeres, mientras en España las mujeres se encontraban en la piscina haciendo aquagym o al máximo en la sala de cursos haciendo step, con algunas excepciones, por supuesto.
Por lo tanto, pienso que una de las razones por las que hay menos mujeres profesionales en los gimnasios se debe principalmente al hecho de que la sala de pesas ha sido durante décadas un sitio puramente masculino, aunque esto ha ido cambiando rápidamente en los últimos años.
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¿Ser una entrenadora personal es una limitación?
Cuando decidí hacer este trabajo, nunca pensé que ser mujer sería una limitación, sino un valor añadido.
Sin embargo, tengo que decir que la primera forma de discriminación se produjo incluso antes de empezar, cuando en la primera entrevista, a la que ni siquiera debí haber ido, ya que se pedía especificamente un hombre. El motivo que me dieron era que las mujeres son “demasiado sosas” y “no saben llevar bien a los clientes”. No solo fuí a la entrevista de todos modos, además me impuse a la competencia masculina de otros 25 aspirantes y conseguí el trabajo.
Cuando empecé a acercarme a este mundo enseguida pude darme cuenta lo difícil que era encajar en un mundo puramente masculino, donde la mayoría de los compañeros te consideraban inferior por ser mujer y por tanto “débil”. Lo sé, parecen discursos del siglo XIX, pero creedme esto es lo que sucedió.
Cuando comencé a entrenar a los clientes que tenía a cargo, enseguida vi que ganarse su confianza requería un esfuerzo adicional. Entendí que una de las razones de esta desconfianza era que, las mujeres no sabían entrenar de forma “pesada” y por consecuencia era difícil entrenar al cliente como lo haría un hombre acostumbrado a agotarse en cada entrenamiento. Este nunca ha sido mi caso porqué siempre me ha gustado el cansancio extremo y gracias a este temperamento he aprendido a modular los entrenamientos de mis clientes y a evitar los “excesos”.
El mundo del fitness necesita la presencia de la entrenadora personal
Soy una gran admiradora del mundo femenino y del poder de las mujeres, pero debo decir que reconozco que en el mundo del fitness hay una gran exageración de entrenadoras personales mostrando sus cuerpos en horas de trabajo, y creo que esto va muy en decremento a la hora de medir la profesionalidad que se quiere transmitir.
El hecho de ser mujer en un mundo de hombres, bajo mi punto de vista, significa también dar una imagen cuidada y profesional de uno mismo en la medida de lo posible y no “caer” en la equivocación de que comportándose de manera presumida se conseguirá más trabajo. Es un comportamiento que, por desgracia, ocurre a menudo y creo que no ayuda a eliminar los estereotipos, si no que los alimenta.
La experiencia en el entrenamiento de mujeres obtenida a través de estudios específicos, como los cursos de instructor de entrenamiento femenino demuestran que tener una mujer en el propio centro es realmente un valor añadido por muchas razones.
¿Por qué es importante la figura femenina en el mundo del fitness?
En primer lugar se sabe que, normalmente las mujeres prefieren entrenar con mujeres. ¿Por qué? Simplemente, porqué se sienten más comprendidas. Muchas veces los entrenadores personales hombres quieren imponer sus estándares de belleza física a sus clientes y proponen entrenamientos que no se adaptan a los objetivos de la persona que tienen delante.
Una entrenadora personal sabe entender las necesidades y peticiones de otra mujer porque a menudo son similares a las suyas, ¡incluso sus miedos! Por último, pero no por ello menos importante, el miedo del género femenino a llegar a ser tan “grande como un hombre”, que gracias a mi físico puedo desmentir categóricamente ya que está trabajado pero es femenino GRACIAS a las pesas que uso.
Otro aspecto muy importante es la confianza y la empatía, que son cualidades típicamente femeninas. De hecho, tanto los hombres como las mujeres, durante las sesiones de entrenamiento suelen sentir la necesidad de confiar en el otro y desahogarse sobre lo que les preocupa en ese momento, y ya se sabe, ¡Las mujeres escuchan mucho mejor que los hombres!
No quiero ofender a los hombres que están leyendo el artículo en este momento, estas líneas pretenden ser un intercambio de opiniones y puntos de vista, aderezado con una buena dosis de ironía.
La importancia de la colaboración
Una de las razones por las que siempre se necesita una entrenadora personal en el gimnasio es también porque, el mundo del hombre y el de la mujer son muy diferentes y por esta misma razón, suelen tener diferentes opiniones sobre muchos temas, colaborando juntos se pueden tener más puntos de vista sobre un mismo tema y esto puede dar lugar a ideas realmente constructivas.
Es fundamental, en mi opinión, también la cooperación e interacción con el grupo, es decir, creo que es esencial que haya respeto y estima entre los compañeros para aprovechar la figura del entrenador y entrenadora personal y orientar a los clientes hacia el entrenamiento más adecuado para ellos.
En conclusión, pienso que los hombres y las mujeres en el ámbito del entrenamiento personal son dos figuras complementarias y hoy en día, dado que los gimnasios son frecuentados por ambos sexos, creo que es esencial tener a ambas figuras presentes en tu centro, para dar a los clientes la posibilidad de elegir y sobre todo, para permitir al propio centro tener una visión más amplia y obtener ideas a partir de diferentes puntos de vista.
A las mujeres me gustaría decirles también que no tuvieran tanto miedo a los prejuicios, sino que tengan seguridad en ellas mismas, en sus habilidades y capacidades y, sobre todo, me gustaría destacar a ambos sexos la importancia de formarse para aprender lo máximo posible, para que no haya manera de considerarse “inferior” a otra persona, ya sea hombre o mujer.